La Sierra de Cuenca acoge, en su particular orografía, un paisaje desbordante de naturaleza. El agua ha sido un elemento fundamental en la formación de este entorno y hoy en día domina el lugar con hermosos paisajes en los que destacan sus preciosas cascadas. En Life!Cuenca os traemos algunos de estos saltos de agua, fuentes de belleza y vida, en los que pasar un domingo extraordinario.
La serranía de Cuenca enmarca un paisaje digno de un cuento de hadas. Entre sus picos y valles fluyen ríos y espesos caudales, la flora hace de las suyas creciendo en los rincones más hermosos, e insospechados, y la fauna corretea por toda su extensión. Si hay algo que destaca de la Sierra de Cuenca es su singular paisaje, muy diferente a los de otros parajes de la provincia. El agua ha ido perfilando a lo largo de los siglos un hermoso ambiente, en el que destacan las peculiares formaciones rocosas que presiden un entorno envidiable. En este particular contexto, el agua ha ido tomando un papel principal y ha formado lugares tan bellos como mansas lagunas, ágiles arroyos, encantadores ricahuelos, fuertes cascadas o pozas cristalinas donde tomar un baño en los meses más calurosos del verano.
En Life!Cuenca os traemos una fascinante ruta para conocer las maravillas que esconden las cascadas de la serranía conquense.
En nuestro camino hacia la zona norte de la provincia realizamos nuestra primera parada en el pintoresco pueblo de Uña, presidido por la ecantadora laguna habitada por carpas y otros moradores de agua dulce. Cuenta con un mirador y numerosas pasarelas en las que difrutar de hermosas y magníficas puestas de sol, acompañadas del sonido del batir de las alas de los pájaros y los saltos de las ranas que juegan en su orilla.
Pero este no es el lugar más bello de Uña presidido por el agua. Y es que, a unos dos kilómetros desde la llegada al pueblo, siguiendo un camino prácticamente oculto, para los no conocedores de la zona, se esconden las pozas del Arroyo de la Madera. Este caudal de agua baja desde la zona norte del rincón de la muela de la Madera y llega a formar unas preciosas pozas de agua cristalina- y cuidado, muy profunda en algunos tramos- en la que disfrutar bañándose o simplemente contemplando la caída de las cascadas que se forman durante todo el año. En los meses más calurosos, el agua presenta todavía unas temperaturas muy bajas, pero eso no desanima a los bañistas que ven en este lugar un paraíso terrenal, un lugar de esparcimiento donde olvidarse de todos sus problemas. En cambio, la zona presenta las imágenes más sobrecogedoramente bellas es en los meses de primavera, cuando el caudal es más abundante y el agua desborda formando unos saltos de agua que hacen las delicias de todos los que tienen el placer de contemplar el juego de tonos verdes y pardos que conforman el impresionante conjunto visual.
Desviamos nuestros pasos hacia Las Majadas, concretamente hacia el paraje conocido como la Dehesa de los Olmos, donde tiene a su bien nacer el río Trabaque, uno de los afluentes del río Tajo. En un entorno dominado por la vegetación, en la que destacan la proliferación de sabinas, encinas, arces y robles, hallamos uno de los espectáculos visuales más impactantes de la serranía, a pesar de que su apartada localización no hace de este lugar uno de los más conocidos por los visitantes. En el transcurso del río Trabaque por el término de Las Majadas, llega el lugar que dota de encanto y magia al lugar: la cascada del río Trabaque. Se trata de un enorme salto de agua, que corta el aire hasta caer sobre una enorme figura rocosa que dirige el fuerte torrente de agua hacia la zona baja del cortado. La preciosa cascada enmarca la entrada al extenso valle del Trabaque, una agreste llanura marcada por su centelleante color esmeralda y flanqueada por formaciones rocosas de colosales proporciones. Unas vistas al alcance de muy pocos.
Depués de esta parada, seguimos nuestro camino hacia el este para hallar el pueblo de Valemoro de la Sierra, donde encontramos otra bella cascada donde recrear nuestra vista. Dos kilómetros de serpenteantes caminos separan la población de la Balsa de Valdemoro, un magnífico espectáculo de extensas cascadas de agua cristalina que caen sobre un marco de frondosa vegetación. Se trata de un paisaje relativamente poco conocido, si tenemos en cuenta la belleza y la monumental extensión de los saltos de agua. Es un lugar que conjuga de manera magistral naturaleza, tranquilidad y vitalidad, un entorno privilegiado en el que disfrutar de una parada en la excusión de la vida para contemplar embelesados esta creación natural. Además de disfrutar la hermosa cascada de agua cristalina, si levantamos la mirada hacia el horizonte seremos capaces de disfrutar de las vistas hacia la Sierra de Valdemeca, en la que sobresale el Collado Bajo, de 1839 metros de altitud.
Continuamos nuestra jornada de domingo llegando a la localidad de Tragacete, donde se esconde la próxima cascada de la ruta de hoy. Entrando por la carretera principal, hemos de dejar atrás el municipio, tomar el desvío del albergue de San Blas, cruzar el puente y continuar por el camino hasta encontrarnos con el cartel indicativo que reza “Sendero P.N.S - 06 Cascada del Molino de la Chorrera”, deberemos seguir este itinerario para toparnos con este salto de agua de singular atractivo. El paseo fluvial del río Júcar es un camino tranquilo, con pasarelas de madera, a cuyos lados crece la frondosa vegetación propia de las riberas del río.
Por fin encontramos el Molino de la Chorrera, una preciosa cascada de aguas rápidas que cae humildemente sobre las piedras del fondo del salto formando una increíble estampa. Este salto de agua es el primero que realiza el río Júcar tras su nacimieto en el Cerro de San Felipe, y pronostica el bello recorrido que seguirá el caudal a lo largo de todo su camino. Como viene siendo habitual, las estampas más bellas se podrán disfrutar en los meses primaverales, en los que el florecimiento de la vegetación y las abundantes lluvias logran crear una escena digna de fantasía. No podemos irnos sin destacar las similitudes que guarda esta cascada con la que hemos visto anteriormente, la de la Balsa de Valdemoro y esto se debe a la geología calcárea en la que trascurren las aguas. También podemos apreciar esto en nuestra siguiente parada, la última de las cascadas que os proponemos hoy y que guarda grandes similitudes con las de Valdemoro y Tragacete.
Como no podría ser de otro modo, nos desplazamos a las inmediaciones del municipio de la Vega del Codorno para encontrar el último salto de agua de la jornada de hoy: el del Nacimiento del Río Cuervo. Este es uno de los lugares naturales más hermosos de nuestra provincia, y es que, no en vano, fue declarado Monumento Natural en el año 1999. Este paraje, de reconocible belleza, es uno de los más visitados, tanto por los turistas como por los propios conquenses, que no desaprovechamos la oportunidad de disfrutar de las maravillosas vistas que deja el Río Cuervo a su paso. Accederemos a las cascadas pasando por una pasarela de madera, escaleras- y rampas- que facilitan el acceso a todos los viajeros. A los lados podemos apreciar los altístimos árboles que preceden a los saltos de agua.
Emblema de la provincia, este lugar puede ser visitado en cualquier época del año, y en todas nos mostrará una cara diferente, cada cual más bella que la anterior. Una de las estampas más reconocibles es la de las cascadas heladas y rodeadas de nieve. En el periodo invernal, los blancos de la nieve y el hielo, formado por las bajas temperaturas que se registran en este punto, contrastan de manera notable con el castaño de las rocas y el verde del musgo que se aferra a ellas. Por el contrario, la primavera es la mejor estación para visitar este lugar. El Nacimiento del Río Cuervo florece con la llegada de mejores temperaturas, su caudal crece y su belleza puede dejarte sin palabras, una suerte de Sindrome de Stendhal.
Un domingo más, la provincia de Cuenca nos ofrece lugares sublimes, de exquisita belleza, donde recrearnos en un día repleto de descubrimientos y magníficos saltos de agua. Recordamos, en todo momento, la necesidad de ser precavidos, llevar calzado cómodo y seguir las indicaciones repartidas por la zona. En un momento en el que estar al aire libre es la mejor opción de ocio posible, aprovecharemos nuestra visita a las cascadas conquenses para quedar atrapados para siempre en el recuerdo de este formidable viaje.