Un pedazo de Roma lo guardan Cuenca y sus ruinas. Las rocas del Imperio descansaban sepultadas y, al salir a la superficie, nos deleitan con su presencia inamovible en distintos lugares de la provincia. Desde Life!Cuenca nos acercamos un poco más a las cinco de sus preciadas joyas: Segóbriga, Ercávica, Valeria, Noheda y las minas lapis specularis.
Si todos los caminos llevaban a Roma, algunos tenían que pasar por Cuenca. Las piedras romanas que permanecen en la superficie tras años sepultadas esbozan en un boceto de ligeros trazos cómo era la vida cotidiana de los habitantes del Imperio romano. Nuestra provincia atesora cinco de sus preciadas joyas, engrandeciendo así su olor a historia y su rastro de memoria. El recuerdo yace en las piedras del legado que los romanos dejaron para la posteridad.
SEGÓBRIGA
La joya de la corona despliega su poderío vetusto en Saelices, tierra de gozosos yacimientos de lapis specularis y de ricos suelos destinados a la agricultura; motivos que le llevaron a convertirse en uno de los espacios con más recursos económicos de la meseta. Su elevado nivel de conservación nos permite seguir un rastro fidedigno de cómo era el municipio romano, situado en un terreno privilegiado por sus buenas conexiones con Toletum y Cartago Nova.
En las faldas del cerro, nos da la bienvenida su puerta norte, con el anfiteatro y el teatro como abanderados del ocio del poblado. Aquí se representaban obras con fines propagandísticos financiadas por los políticos. Los romanos se deleitaban con la comedia grotesca. Los festivales de teatro grecolatino que se celebran cada año sobre este escenario unen el pasado con el presente para mantener viva la tradición sobre las tablas
El paseo continúa por las termas, la plaza porticada y el foro, presidido por la basílica y acompañado por tiendas y tabernas, lugares para la conversación social. La basílica se corona como uno de sus principales atractivos por los adornos y las estatuas que se presupone que decoraron el edificio, excavado en 2004.
Al norte nos encontramos con las casas tardorrepublicanas, las termas monumentales, la palestra (similar a un gimnasio) y el aula basilical. Las tres últimas formaban un complejo de ocio y de negocio. Nos aguarda también la domus de Caio Iulio Silvano, que se dedicaba a controlar la actividad de las minas en los aledaños.
Antes de llegar al núcleo, en los extramuros, nos reciben el acueducto, las necrópolis romanas, tardorromanas y visigodas, así como con una basílica visigoda desenterrada en las primeras excavaciones. De manera contigua encontramos indicios de la construcción de un circo romano, aunque se cree que no se llegó a terminar nunca.
VALERIA
El antecedente de las Casas Colgadas de la capital se encuentra en sus laderas, pues algunas domus clavaban sus vigas en la roca dejando la mitad de la vivienda suspendida sobre las hoces para economizar el espacio y para adaptarse a las condiciones de la ladera.
Debe su nombre a su fundador: Valerio Graco. Recuperó su vocativo (antes llamado Valera de Arriba) gracias a los esfuerzos de su alcalde Francisco Suay Martínez. Él mismo fue quien se encargó de dar el primer paso para iniciar las excavaciones de la ciudad romana.
Su abrupta orografía convierte las construcciones en piezas maestras de la arquitectura romana, que tuvieron que adaptarse a las diferencias y los desniveles del terreno. En el corazón encontramos el foro, en torno al que se construyen el resto de los edificios, como la basílica, la Domus Publica, el criptopórtico y un edificio para el culto. Para acceder a la plaza, los habitantes recorrían una escalinata con tabernae (tiendas, almacenes y talleres).
Pero si hay un espacio que queda grabado en la retina de sus visitantes es el Ninfeo, una fuente mastodóntica dedicada a las ninfas (diosas de las aguas y los bosques) que embellecía con sus ornamentos la vista de los visitantes y los turistas que se paraban para admirar su grandeza. No es casualidad que las aguas fluviales se erijan como las protagonistas de la ciudad romana de Valeria, pues la zona estaba bañada por manantiales ligados a la hoz del río Gritos y del río Zahorra.
Las jornadas romanas de Valeria celebradas en agosto reavivan la cultura romana y colorean el calendario veraniego, convirtiéndose en una de las fechas señaladas con más júbilo e interés de la provincia.
LA VILLA DE NOHEDA
Su imponente mosaico situado en Villar de Domingo García se ha convertido en el foco de atención de la provincia en los últimos años. Pese a su primer descubrimiento en el siglo pasado, no fue hasta 2005 cuando se llevó a cabo la primera campaña arqueológica para destapar el adorno principal del comedor de la villa. Su majestuosidad se alza como una joya única del Imperio romano, pues la grandeza de su triclinium solo se encuentra en dos villas más a lo largo del globo. Pese a que casi el 90 % de la zona está todavía sepultada, se han hallado también vestigios de habitáculos y en las inmediaciones se han descubierto unas termas propias de la época.
Los mosaicos coloreaban el suelo del edificio con las historias y festejos del momento. Por un lado, las teselas muestran a un joven tocando un órgano, acompañado por los componentes de la pantomima. También protagonizan parte de la composición Paris, príncipe de Troya, y Helena de Esparta. En el resto de los paneles diferenciamos la carrera entre el rey Enómao y el pretendiente de su hija Pélope, un cortejo dionisiaco y motivos marinos.
Tal es su belleza que Katherine Dunbabin, especialista en mosaicos mundialmente reconocida, recogió que el de Noheda es el más impresionante del Imperio romano, entremezclando juego, teatro, literatura y mitología.
ERCÁVICA
Las aguas turquesas del embalse de Buendía reflejan los años de lucha, cenit y caída de Ercávica, en Cañaveruelas.
Sobre el cerro de Santaver, Ercávica fue arrebatada a los celtíberas por el general romano Tiberio Sempronio Graco. La población fue adaptándose a las costumbres romanas impuestas y a la creación de edificios característicos en época de Augusto. Tal fue el poder que empezó a aglutinar que pudo acuñar su propia moneda en el siglo I a. C.
Dos siglos después la ciudad comenzó a perder su magnitud hasta ser abandonada en años posteriores. Fue más tarde poblada por los pueblos godos, que construyeron la sede episcopal de Arcávica, pero no por mucho tiempo.
Pese a que los años han castigado gran parte de su patrimonio y que el ritmo con el que avanzan las excavaciones no es el idóneo, podemos seguir apreciando fragmentos de muralla, dos torres, las termas (en mayor estado de conservación, con una sauna subterránea abovedada como novedad) y el foro (poco conservado, pero bien delimitado).
Queda constancia de la población que habitaba el enclave tras el hallazgo de varias Domus. Entre ellas, destacan la vivienda aterrazada (con restos de pinturas murales y de grandes dimensiones) y la Casa del médico.
La huella visigoda postromana se deja ver en la necrópolis, que hibrida a ambos pobladores, así como en la construcción del eremitorio.
MINAS DE LAPIS SPECULARIS
Su alta demanda en los años del imperio lo convirtió en una joya en busca y captura constante. La tez cristalina del yeso servía como material para la construcción de ventanales. Aunque fue sustituido tras la aparición de un vidrio más barato, pero de peor calidad. Así, se desertaron los yacimientos mineros y han quedado intactos hasta nuestros días.7
Se construían minas subterráneas para extraer el material en bruto a través de dos pozos y después se manufacturaba, cortándolo en forma de láminas. La actividad económica enriqueció la conexión Ercávica- Segóbriga por la abundancia del yeso traslúcido en el subsuelo de los alrededores. La llamada Ruta de Cristal de Hispania atraviesa en vertical la provincia desde Ercávica a San Clemente.
Comenzamos el camino en Torralba, donde encontramos megacristales, los más grandes de los alrededores conquenses, aunque más impuros. La zona todavía no está adecuada al máximo y se cree que parte de los materiales del complejo no se llegaron a extraer. Continuamos el recorrido por las inmediaciones de Huete, en concreto en las Cuevas de Sanario, donde podremos contemplar cómo era el espejuelo antes de que la acción humana lo laminara. La visita guiada a sus minas nos permite constatar las huellas que dejaron a su paso los trabajadores romanos.
En Torrejoncillo del Rey está la Cueva de la Mora Encantada, donde podremos adentrarnos en dos de sus tres niveles de explotación. Osa de la Vega, al otro lado de Segóbriga, cuenta con las minas de la Condenada y La Vidriosa.
En este documental realizado para Televisión Española sobre la mina romana de lapis specularis de la Mora Encantada podemos ver la aventura de Pedro Morales Cuenca, vecino de la localidad, y su particular empresa en la búsqueda del supuesto tesoro escondido desde antiguo y según la leyenda, en el cerro de la Mora Encantada, lugar donde se localiza esta mina de yeso especular.
Un pedazo de Roma lo guardan Cuenca y sus ruinas. Las rocas del Imperio descansaban sepultadas y, al salir a la superficie, nos deleitan con su presencia inamovible en distintos lugares de la provincia. Estas cinco joyas atrapan el tiempo y lo congelan en el presente para proteger las reliquias del pasado y convertirlas en un regalo futuro.