La Directora del Archivo Histórico Provincial, Almudena Serrano, comparte con nosotros un nuevo artículo de carácter histórico, en el que nos relata algunos datos curiosos de la historia de las mantas
Las líneas históricas de hoy las dedicamos a una prenda usada por todos en estos meses de invierno, en unos lugares más que en otros. Se trata de las mantas, célebres y necesarias, y que a tantas personas ayudaron en los rigores del invierno castellano en siglos pasados. Para comenzar este repaso histórico, nos vamos a remontar al siglo XVI para conocer un poco más sobre esta ropa de abrigo, que formó parte de los ajuares y que, también, aparece con detalle en los Inventarios de bienes.
Por la cantidad de datos que nos aportan los documentos antiguos, sabemos que los tipos de mantas que se elaboraron, vendieron y utilizaron siglos atrás fueron estas: mantas blancas, de colores, de paño casero, de sayal fino, mantas groseras para encima del jergón, mantas de lana, mantas negras para mozos y para criados, de sayal para bestias, mantas para caballos y mantas pardas.
Si hubo una manta célebre, durante siglos en España, esa fue la manta zamorana. Zamora fue lugar de paso de la ruta de la lana que llegaba desde Extremadura. En Zamora se hicieron y se siguen elaborando mantas artesanales, trabajando la lana de oveja de una forma especializada, y que tiene su origen en la Edad Media.
Adelantamos el reloj varios siglos para comprobar cómo se usaban las mantas. Un caso que he seleccionado para relatar es del año 1808, ocurrido en Zaragoza, iniciada como estaba la Guerra de Independencia. En septiembre, el Intendente de Palencia pidió fondos para atender las peticiones del Intendente del Ejército de Aragón, sobre las mantas que eran necesarias para entregar a los soldados:
Necesitándose acopiar, desde luego, en este reyno, doce mil mantas de cama para el surtimento de las tropas que componen su ejército, he de merecer a vuestra señoría que, con la actividad que le es propia y que bien conocerá, exige la importancia del citado servicio, tome sobre sí el acopio y remesa a esta capital de dichas mantas con la mayor brevedad posible (…) que por la proximidad del invierno es urgentísimo y de suma importancia.
Dichas mantas han de ser todas de recibo por su buena calidad y de diez palmos de cargo y siete de ancho, poco más o menos, cada una, y sus precios los más cómodos que sea posible, atendiendo al excesivo número que se necesita, y a que el objeto de su acopio es para bien de todo el Reyno.
El envío de ellas podrá hacerse a proporción que se recojan, logrando así mayor comodidad en los transportes y tenerlas aquí a tiempo oportuno.
Espero, pues, que noticioso vuestra señoría de la honrosa defensa hecha en esta capital, y de la razón que para ello hay de proporcionar a sus defensores toda comodidad y buen trato, admitirá gustoso el desempeño de este encargo, y que con sus luces, autoridad y conocimientos será desempeñado tan completamente y pronto qual yo deseo.
Teniendo en cuenta que se adeudaba una considerable cantidad a los fabricantes de mantas y que la Tesorería de Hacienda se encontraba sin fondos, a esta petición se respondió esto:
Yo me sacrificaría gustoso en realizar este encargo a la mayor brevedad, si la casualidad de hallarse debiendo la Real Hacienda a estos fabricantes pasados de 2500 ducados por resto de remesas de mantas hechas a esta Corte, en virtud de órdenes superiores, y la tesorería sin fondos algunos no me lo impidieran.
Ante la cuantiosa deuda que había con los fabricantes de mantas, lógicamente, éstos pedirían que se adelantase algo de dinero, más teniendo en cuenta la pobreza de los que hacían mantas:
En suposición a lo qual, y a que no parece justo que unos ejércitos que tan gloriosamente se sacrifican por el bien de la Nación se hallen faltos de este utensilio, ruego a vuestra señoría tenga la bondad de hacer presente al Real y Supremo Consejo mi situación, y le incline a que, por el medio que juzgue más conveniente y activo, se sirva socorrerme en algunos fondos, a fin de formalizar el envío de las expresadas mantas, pues en otro caso miro imposible su ejecución, aun quando quiera echar mano de la fuerza.
Porque siendo como son los fabricantes de la clase de mantas que se piden los más pobres del gremio, nunca podrán aprontar sin írselas pagando conforme las fabrican, de quinientas arriba, por falta de fondos.
Un caso ocurrido en Cuenca, también durante la Guerra de la Independencia, fue que unos generosos vecinos de Iniesta, Gerónimo López y sus hijos, hicieron un donativo al ejército que consistió en lo siguiente:
18 camisas de lienzo, 36 pares de zapatos de becerro, 36 pares de alpargatas con cintas, 12 mantas trenzadas y ribeteadas y 6 pares de botas para caballerías.
Otro caso ocurrido unos años antes, en 1794, lo conocemos por el oficio que se envió comunicando la urgencia que hay en conocer el número de soldados que necesitarán mantas y camas para el invierno, y que si a pesar de tener ponchos podrán recibir la manta correspondiente. A todo ello se respondió que si el presupuesto lo permitía, todos recibirían la manta correspondiente.
En el año 1816, Francisco Obando comunicó e hizo constar los efectos que se habían dado a la tropa, entre los que se encontraban las galletas, badanas y mantas recibidas en Zipaquirá, muy cerca de Bogotá, la capital de Colombia.
Otro ámbito en el que se pedían con cierta frecuencia mantas era el de las cárceles, como así ocurrió en el año 1817, en que se requirió al alcaide de la Real Cárcel de Corte, en Madrid, remita el recibo de las mantas compradas para los pobres presos de dicho lugar. Esto no tendría nada de particular si no fuera porque se habían roto o perdido algunos papeles, entre los que estaba el recibo, indispensable para poder pagar las mantas, de acuerdo a la legalidad. Veamos cómo se solicita y cómo se intenta solucionar:
Que cuando se hizo entrega de los efectos y papeles pertenecientes a la Sala, al tesorero Mateo Quintana, se rompieron diferentes papeles por inútiles, mas, entre ellos, se rompió o extravió un recibo de mantas que en el mes de diciembre de 1814 se compraron para los pobres presos de esta Real Cárcel, y para poder presentar la cuenta perteneciente a este ramo con toda la legalidad debida, a vuestra señoría suplico se sirva mandar al alcaide que respecto existen en la Alcaydía los asientos correspondientes de entrega, me dé un recibo por duplicado para poder presentar la cuenta.
El siguiente caso que he seleccionado es sorprendente. Un fabricante de mantas que quería proporcionar trabajo a familias que estaban en la miseria. En el año 1794, un fabricante de mantas, Ángel Álvarez García, solicitó que se le entregase un cuartel de Caballería abandonado, en Medina de Ríoseco, con el fin de ampliar sus fábricas de mantas que aprovisionaban al ejército, que eran necesarias, y así, además, poder dar trabajo a muchas personas que lo necesitaban. Pues bien, esta solicitud fue denegada. Veamos la petición del fabricante de mantas:
Ángel Álvarez García, vecino y del comercio mayor de la ciudad de Medina de Ríoseco, hace presente a usted que representó, desde Pamplona, a vuestra excelencia las porciones de mantas que había remitido para los Reales Ejércitos de sus grandes fábricas, que tiene establecidas en dicha ciudad, en las que ocupa más de 600 personas diariamente, y las crecidas porciones que nuevamente se le encargan.
Y no teniendo la suficiente casa para aumentar otras 400 personas, que necesita ocupar para cumplimentar dicha comisión, ocurre nuevamente a la protección de vuestra excelencia, a fin de que se sirva dar su orden a la Justicia de esta ciudad, me entregue con toda formal razón, los cuarteles de caballerías que hay en ella, mediante estar desocupados y ser llano a conservarles en el ser y estado que los reciba, y desocuparles quando se le ordene, de cuya gracia, se remedia el que con motivo del invierno fragoso, los oficiales del campo y otros andan en patrullas, en grande número a la limosna, que es un dolor.
Sin tener estos infelices otro remedio para mantener sus hijos y proporcionando dicho cuartel capacidad bastante y se verificará al instante la ocupación de todos ellos. Y vuestra excelencia tendrá noticia desta verdad si gustase informarse de los seis párrocos y prelados de la comunidad desta ciudad, a quienes consta la miseria de estos infelices.
Esta es la gracia que solicito, por ser tan agradable a los ojos de Dios el ocupar cerca de mil almas diariamente en el prenotado trabajo, y así bien poder el suplicante con el auxilio de dicha casa dar expediente a la vasta comisión que se le ha encargado.
A continuación, alguien anotó:
Dice el Jefe que se pida Informe.
Y en el Informe se indicó:
No hallo inconveniente en que se le franqueen las llaves del quartel que solicita para dar más ampliación a la fábrica de mantas que tiene para surtido de los Reales ejércitos, mediante que se obliga a volverle a entregar luego que se necesite para las tropas de Su Majestad, bajo de las mismas reglas que se le entreguen, en cuyo caso si Vuestra Excelencia lo halla por conveniente, se hará con las formalidades correspondientes.
Un año más tarde, el fabricante de mantas escribió lo siguiente, insistiendo en que la solicitud que había hecho el año anterior de que le cediesen el cuartel, de modo que nadie le entregó las llaves. Pero, además, solicita que se hagan arreglos de ventanas y puertas, a costa de los dineros propios del ayuntamiento.
Siendo cuantiosos los encargos de mantas que se me hacen, no puedo desempeñarlos como son mis deseos para servicio de las tropas de Su Majestad, a causa que las casas en que tengo mis fábricas no son tan capaces como el cuartel que hay desocupado en esta ciudad, por el que ya supliqué a vuestra excelencia en otro tiempo.
Y supuesto estar sin servicio, que en él puedo ampliar la fábrica y ocupar más miserables familias, de que resulta en todo beneficio al Estado, suplico a vuestra excelencia que, atendiendo a las actuales circunstancias, se sirva expedir la orden competente a esta Justicia para que le manden reparar de algunos defectos que tiene en puertas, ventanas y demás a costa de Propios, y con un formal inventario se me haga entrega dicho cuartel para el uso de mi fábrica, quedando yo obligado a desocuparle cuando vuestra excelencia lo disponga, en que recibiré, y esta población, merced.
Iniciamos estas líneas en el Siglo de Oro y finalizamos en él, puesto que, escribiendo sobre mantas, es obligado recordar el episodio, tal vez más célebre, del Quijote: el manteo de Sancho Panza.
Quiso la mala suerte del desdichado Sancho que entre la gente que estaba en la venta se hallasen cuatro perailes de Segovia, tres agujeros del Potro de Córdoba y dos vecinos de la Heria de Sevilla, gente alegre, bien intencionada, maleante y juguetona, los cuales, casi como instigados y movidos de un mesmo espíritu, se llegaron a Sancho, y, apeándole del asno, uno dellos entró por la manta de la cama del huésped, y, echándole en ella, alzaron los ojos y vieron que el techo era algo más bajo de lo que habían menester para su obra y determinaron salirse al corral, que tenía por límite el cielo; y allí, puesto Sancho en mitad de la manta, comenzaron a levantarle en alto y a holgarse con él como con perro por carnestolendas.
Las voces que el mísero manteado daba fueron tantas, que llegaron a los oídos de su amo, el cual, determinándose a escuchar atentamente, creyó que alguna nueva aventura le venía, hasta que claramente conoció que el que gritaba era su escudero; y, volviendo las riendas, con un penado galope llegó a la venta, y, hallándola cerrada, la rodeó por ver si hallaba por donde entrar. Pero no hubo llegado a las paredes del corral, que no eran muy altas, cuando vio el mal juego que se le hacía a su escudero. Viole bajar y subir por el aire, con tanta gracia y presteza que, si la cólera le dejara, tengo para mí que se riera…
Más adelante, refiriéndose al manteo de Sancho Panza, Cervantes dejó este diálogo entre el escudero y el bachiller Sansón Carrasco:
—No se le quedó nada —respondió Sansón— al sabio en el tintero: todo lo dice y todo lo apunta, hasta lo de las cabriolas que el buen Sancho hizo en la manta.
—En la manta no hice yo cabriolas —respondió Sancho—; en el aire, sí, y aún más de las que yo quisiera…