La Directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, María de la Almudena Serrano Mota, nos trae este interesantísimo reportaje sobre el aprovechamiento maderero en los pueblos de la provincia de Cuenca. La madera de los bosques conquenses ha tenido en el pasado ha tenido una gran importancia en la economía de la provincia, y la sigue teniendo.
La calidad y cantidad de la madera de los Montes de Cuenca tienen una indiscutible trayectoria histórica que ha dejado cuantiosos datos en los documentos conservados en nuestros Archivos. La madera y su relevancia socioeconómica, pasada y presente, forma parte de nuestra Historia. Las noticias que he seleccionado corresponden a los años centrales del siglo XIX, y, además, nos brindan la oportunidad de conocer otros hechos, por ejemplo, las inclemencias meteorológicas que tuvieron incidencia directa en los montes.
En el año 1855, en Olmeda del Rey, se tuvieron que llevar a la plaza del ayuntamiento unos pinos porque fueron volcados por los fuertes vientos. Sucedido esto, se procedía a su subasta para que, adjudicados al mejor postor, se aplicase su madera a los necesario.
En marzo de 1855, en Monteagudo de las Salinas, Sotera Herraiz, que era dueña del molino harinero en la ribera del río Guadazón, necesitaba permiso para cortas unos pinos, con el fin de usar la madera para los reparos necesarios, según relató en instancia dirigida al ayuntamiento:
Que por efecto de la gran crecida del río en estos días, en lo que ha sufrido deterioro y un gran perjuicio el puente y presa, y aun al pueblo, y por lo que para evitarlo necesito rehacerlo. Y para ello suplico se sirva conceder la corta de 8 pinos en dicho término del largor y grueso correspondiente, qual necesita dicho reparo, haciéndolo con la brevedad más posible para el mejor servicio.
Los arreglos de los molinos siempre urgían puesto que eran infraestructuras completamente necesarias para la supervivencia de las gentes que de ellos dependían: molinos harineros y de aceite, fundamentalmente.
Los vientos huracanados los sufrieron otros lugares, aquel año 1855, como sucedió en Pajarón, donde se inició Expediente sobre la subasta de 38 pinos que fueron derribados por los vientos en los montes del municipio. O en Boniches: los fuertes aires de estos días pasados han arrancado varios pinos en los montes de este común pudiendo aprovechar algunos para madera.
En Cañada del Hoyo se subastaron 14 pinos y 23 cogollos derivados y torozados por el huracán de 8 de octubre de 1854. Y en Campillos Paravientos se hallaron 50 pinos arrancados por los vientos.
Otro destino de la madera fue el ferrocarril, imprescindible para el desarrollo de los pueblos y ciudades. Enrique Zanón, vecino de Requena, fue el protagonista del expediente incoado sobre el acopio de maderas hecho desde [la presa] Cristinas abajo, unas 500 cargas para conducirlas por las aguas del Cabriel a Alcira y Cullera, con destino a las líneas del ferrocarril de Valencia y Alicante. La conducción de maderas por los ríos fue un medio muy utilizado, aunque no exento de riesgos y peligros.
Las numerosas enfermedades que han ido apareciendo a lo largo de la Historia, además de generar pérdidas de vidas, ocasionaban costes económicos para los ayuntamientos, y éstos debían solventarlos cuanto antes. Una forma de provisión de dinero fue cortar pinos a fin de atender con el producto de su venta a las necesidades ocasionadas por el cólera, como así ocurrió en Cañete, o el pago del salario de los médicos que atendieron a los enfermos en Beamud:
El alcalde comunica que para pagar los derechos del facultativo que ha habido durante la enfermedad colérica y socorros a los pobres de solemnidad para no grabar al vecindario, han acordado dirigirse a vuestra señoría para que dé su superior permiso para proceder a la venta de los despojos de travinos que pertenecen al común de vecinos en los parajes nominados Las Talayuelas y Fuente del Cuco, Ocecilla y hombría de Royo frío, cuyo desligado aprovecha para carbón.
La disyuntiva que se presentaba a la Comisión de Montes era que, si los despojos se vendían para obtener recursos para pagar a los médicos, no se podría autorizar a las familias que aprovechasen esa madera para hacer carbón y pasar el invierno del año 1855, porque según se escribió: las leñas cuya venta solicita el alcalde no tienen ningún valor y son necesarias para el consumo de los hogares, por cuya razón entiende que debe vuestra señoría denegar el permiso que solicita.
La Comisión opina que toda vez que el valor de las leñas no puede sufragar los gastos que se proponen cubrir, siendo además ostensible el perjuicio que se irrogaría al vecindario, privándole de combustible para sus hogares, que se sirva vuestra señoría desestimar la solicitud del alcalde.
Pero desde la Comisión de Montes, finalmente, se autorizó: no tengo por conveniente conceder el permiso para la venta de los expresados despojos.
En Cueva del Hierro y Masegosa aún fue peor, porque a las devastadoras consecuencias del cólera se añadió un temporal terrible que provocó poca recolección. Así se expresó en la solicitud de la corta de algunos pinos de la Dehesa de Molinillos con objeto de socorrer la espantosa miseria que aqueja a sus vecinos, que a consecuencia de la horrible epidemia que ha invadido estos hogares, como el funesto temporal que ha evitado la escasa recolección de los escasos frutos, se encuentran hoy reducidos a la más espantosa miseria, sin esperanzas de remediar tantos males por faltar recursos para la presente sementera, sumidos en la desesperación de ver perecer a sus familiares por falta de alimentos. En este caso, se autorizó la corta de tres mil pinos en el monte Brezal, comunero y divisorio con el pueblo de Lagunaseca.
Peor suerte tuvieron los vecinos de Beteta donde el ayuntamiento, el cura párroco, los mayores contribuyentes y los vecinos todos exponen a vuestra señoría que el referido pueblo se haya en la mayor consternación, por la gran miseria que le aflige, en términos que son muy pocos los vecinos que comen pan, en razón a que cuando se presentó la cruel enfermedad del cólera morbo tenían frutos que recoger y todo lo abandonaron, con objeto de ocuparse en proteger al desvalido y proporcionar socorros a los enfermos.
Que la recolección de cereales, por consiguiente, se hizo tarde y con muchas pérdidas, habiéndose perdido las mieses, a consecuencia de las abundantes lluvias, las patatas y legumbres.
Que aquel vecindario va a ser víctima de la más espantosa miseria si vuestra señoría no tiende su mano protectora.
Por cuyas razones suplican se sirva autorizarles para vender, de plano y sin necesidad de sujetarles a trámites de expediente, los despojos del pinar que existe en la dehesa Palancar, correspondiente al común de vecinos.
Se pidió permiso para cortar y vender ocho mil pinos, pero por Real Orden no se autorizó.
Los incontables incendios también están documentados. Sin embargo, ahora nos centraremos en cómo actuó un ayuntamiento para evitarlos. En Buenache de la Sierra se acordó la venta de leñas muertas y desligadas, que además de ser necesario y conveniente de sacar y limpiar, evitaría los incendios que son tan frecuentes en esta estación, y que con su importe se podía cubrir alguna parte del déficit que resulta del presupuesto municipal.
Y para finalizar, veamos un ejemplo de lo que se hacía en los pueblos cuando se tenía noticia de un incendio. El fuego sobrevino en Almodóvar del Pinar, cuando a las cuatro de la tarde del 6 de julio tuve noticia que en el monte común de esta villa y sitio denominado la hoya de Valdemero se hallaba fuego. Inmediatamente dispuse tocar las campanas, según costumbre en estos casos, y reunidos muchos hombres marchasen a dicho sitio, tanto para cortar el fuego cuanto para indagar y traerse caso de ser habidos los autores.
Más de las 9 de la noche serían cuando se me presentó el regidor, manifestando quedar cortado el incendio, mas sin embargo había dejado de observación a un guarda, caso de reproducirse dar parte inmediatamente, sin que haya podido descubrir al autor o autores del expresado incendio…
No cerramos este capítulo de nuestra Historia, sin mirar más atrás del siglo XIX. No podemos olvidar que los objetos de madera fueron abundantes en las casas y oficios de nuestros trasabuelos. Así lo podemos comprobar en los Inventarios de bienes, donde aparecen profusamente bancos de pino, hornos para tornear madera, azuelas de carpintería, celemines, tornos, escaleras, arcas, arcones, mesas y sillas de pino, ventanas, cucharas, bufetes, cabeceros de camas, estanterías de librerías, papeleras con pie de nogal, etc.
Nuestros montes, tan abundantes en valiosa madera para tantos usos, en el pasado y en el presente.