La Directora del Archivo Histórico de Cuenca, Mª de la Almudena Serrano Mota, nos habla hoy en una nueva colaboración con Life!Cuenca de lo sucedido en Cuenca tal día como hoy, pero en el año 1947: una gran desgracia que ha quedado guardada en el corazón de muchas familias conquenses y que conmocionó a la sociedad de entonces.
Se cumplen ahora 74 años de la desdicha familiar ocurrida en Cuenca, el 8 de diciembre de 1947, un trágico hecho que consternó a las autoridades y ciudadanía conquenses: el derrumbamiento de las rocas existentes en las llamadas Cuevas de San Pablo, en el que fallecieron varias personas y algunos quedaron con vida.
El expediente judicial incoado por el Juzgado de Instrucción de Cuenca se conserva en el Archivo Histórico Provincial. En estas líneas conoceremos los detalles de aquella desgracia, según se recogió en los documentos insertos en este expediente.
Ocurrido el derrumbamiento y conocido el hecho en el Juzgado, el Juez y el Secretario judicial se trasladaron, sin pérdida de tiempo, y se constituyó (el Juzgado) en las llamadas Cuevas de San Pablo, con el fin de comprobar el accidente en cuestión, y, al efecto, teniendo en cuenta la obscuridad de la noche, a pesar de ser las primeras horas, no se puede apreciar con exactitud la importancia del derrumbamiento de las rocas existentes en dichas cuevas, si bien con unos reflectores que al efecto son colocados para iluminar la parte de dicho derrumbamiento, se aprecia la existencia de unos enormes bloques de piedra que tapan, por completo, la boca o entrada de una de dichas cuevas, y en donde se rumorea pueden existir personas.
Visto lo sucedido, el Juez ordenó al Ingeniero Jefe de la Jefatura de Obras Públicas y a otro compañero Ingeniero de Caminos, Ricardo Allue Rico, que procedieran con toda la rapidez que les sea posible, y tomando las precauciones y medidas necesarias a realizar los trabajos pertinentes, al objeto de dejar expedita la entrada de dicha cueva y comprobar la veracidad de dichos rumores.
Los trabajos se comenzaron inmediatamente por los obreros del Ayuntamiento, mientras que la vigilancia en los alrededores de la zona fue ordenada por el Gobernador Civil y Militar de la provincia y la Comisaría de Policía a la Policía Armada.
Según manifestó Ricardo Allue, los trabajos para despejar la boca de entrada a la cueva no se podrían terminar hasta el día siguiente debido a tenerse que practicar un detenido reconocimiento en las rocas, para prevenir otros derrumbamientos y, además, por no ser factible, o mejor dicho, conveniente emplear dinamita para demoler los grandes bloques de piedra que interceptan totalmente la boca de dicha cueva, pero que tan pronto como se pueda penetrar al interior de la misma, se dará inmediata cuenta a este Juzgado.
Se tomó declaración a varias personas, comenzando con ellas al día siguiente, 9 de diciembre. El primero en declarar fue el testigo Manuel Franco Franco, de 27 años, que era natural de Córdoba, casado y de oficio trapero. Preguntado por lo sucedido, dijo que en la tarde del día de ayer se encontraba en las Cuevas de San Pablo, próximas a esta capital, junto a una lumbre, cuando se presentó un gitanillo de unos siete años, pidiéndole un papel de fumar, cosa que hizo, y, al instante, se sintió un fuerte ruido, comenzando a desprenderse las piedras de las rocas, intentando salir el que habla, siendo aprisionado entre las piedras, y haciendo grandes esfuerzos consiguió salir, pero notándose rota la pierna, acudiendo al poco rato personal, siendo trasladado a la Casa de Socorro de esta Capital, en donde se le asistió.
Dada la primera asistencia, se le trasladó al Hospital de Santiago donde el Médico Director, Mariano del Olmo, el 9 de diciembre envió al Juez documento en el que decía que Manuel Franco padecía magullamiento completo del pie derecho, que obliga a su amputación.
Además, el gitanillo también consiguió salir por entre las piedras al exterior, pero su esposa e hijos no pudieron hacerlo, quedando sepultados entre las piedras.
Manuel Jiménez Mendoza, el gitanillo, que tenía ocho años y que resultó herido, declaró bastantes días después, el 31 de diciembre:
En la tarde del día ocho del actual estaba con otros gitanos en las Cuevas de San Pablo de esta capital, tomando el sol, cuando ya casi de noche se cayeron unas piedras grandes, metiéndose dentro de la cueva una mujer y tres hijos pequeños, que andóse el declarante con el gitano llamado Manuel, cuyos apellidos no los sabe, cuando de momento comenzaron a caer muchas piedras grandes tapándose la boca de la cueva, y que andó sujeto entre las piedras el que habla, y después de hacer varios esfuerzos pudo quedar solo, y se marchó seguidamente a la Casa de Socorro de esta población en donde se le prestó asistencia facultativa, pero como eran unas heridas muy pequeñas, ya no volvió por la Casa de Socorro, ni lo ha visto ningún médico ni ha empleado medicamentos para curarse, que su padre se llama Aquilino Jiménez Mendoza, actualmente preso en el Penal del Puerto de Santa María, y su madre se llama Consuelo Hernández Borja, que vive con el declarante en esta capital, en la Posada del Puente de Palo.
El gitanillo, según declaró su madre, nació en Landete, de la vida marital que hace con Aquilino Jiménez Mendoza, actualmente privado de libertad en el puerto de Santa María, y que es costumbre entre gitanos ponerle a todos los hijos los mismo apellidos que el padre.
El mismo día 9, desde la Jefatura de Obras Públicas informaron al Juez que en breves momentos quedará expedita la boca de entrada a la cueva.
Inmediatamente, se constituyó el Juzgado en el lugar del suceso, acompañados de Fernando Martínez Sarmiento, médico de guardia de la Casa de Socorro, con el fin de observar los trabajos pertinentes para la extracción de los cadáveres que se suponen estén sepultados entre las piedras dentro de las rocas.
El médico y el secretario judicial entraron al interior de dicha cueva apreciándose la existencia del cadáver de una niña aprisionada entre las piedras, continuando los trabajos para su extracción bajo la dirección del Ingeniero Ricardo Allue.
Allí permaneció el Juzgado hasta las seis y veinte de la tarde en que se procede a la extracción de los cadáveres siguientes: una niña, como de unos tres años de edad, vestida con las ropas usuales del país, siendo inmediatamente reconocida por el Doctor señor Sarmiento. A continuación, se extrae el cadáver de una niña, como de unos nueve años de edad, también vestida con ropas bastante deterioradas, y que es reconocida por el Doctor señor Sarmiento. Y, por último, es extraído el cadáver de una mujer, como de unos veinticuatro años de edad, vestida con ropas usuales del país, que también es reconocida por el Doctor señor Sarmiento.
Personas fallecidas por el trágico accidenteVeamos quiénes fueron las personas fallecidas en el accidente. En primer lugar, la esposa de Manuel Franco Franco, que se llamaba Francisca Silvestre Navarro, tenía 24 años y era natural de Socuéllamos. Sus hijas se llamaban María y Piedad, nacida ésta en Játiva el 18 de octubre de ese mismo año. Había otra hija de 9 años, Teresa, también nacida en Socuéllamos.
Los cadáveres fueron trasladados al Depósito Judicial de Cadáveres del Cementerio Municipal de Cuenca.
¿Qué pasó con la niña más pequeña…? No habiendo posibilidad de encontrar el cadáver de la otra niña de mes y medio que el lesionado Manuel Franco Franco cita en su anterior declaración.
Manuel reconoció a su mujer y las otras dos hijas, una de ellas hija natural de Francisca, a las que se les practicó la autopsia por el médico forense, José Antonio López Martínez, el día 10 de diciembre a las 15 horas.
Algunos de los objetos que llevaban las fallecidas eran estos: un trozo de goma negra, un pañuelo de bolsillo muy sucio, una bota de niño pequeño de punto blanco, también muy sucia, y un monedero de cuero, muy deteriorado, conteniendo dos monedas de metal de una peseta cada una, un pendiente de metal dorado roto, un billete de cinco pesetas de curso legal, un poco de pelo castaño liado en un trozo de papel y una hoja blanca, tarjeta de abastecimiento correspondiente a Piedad Franco Silvestre (…) y una cadenita pequeña, también de metal dorado muy negro, con una llave, también pequeña. De todos estos efectos se hizo entrega a Manuel Franco.
Informe de los trabajos realizadosEl Ingeniero Ricardo Allue envió al Gobernador Civil el informe de los trabajos realizados en el lugar del desprendimiento:
Como consecuencia del encargo que verbalmente me fue encomendado por su Autoridad (…) me honro en informa lo que sigue:
1º. Que examinados los lugares donde se produjo el desprendimiento pude comprobar se trataba de un enorme alud de calizas y margas senonenses, de tal volumen que había algunos bloques de peso superior a las 2.000 toneladas, lo cual da idea de la magnitud del fenómeno geológico.
2º. Que en la parte superior de la ladera en que se acumulaban los bloques desprendidos existía una cueva cuya entrada estaba obstruida, de tal modo que hacía absolutamente imposible el acceso, si bien había suficiente espacio por los intersicios y grietas que las piedras dejaban entre sí para la entrada del aire necesario a la respiración, caso de existir alguna persona viva en el interior.
3º. A continuación, y una vez tomadas las medidas de precaución que se consideraron indispensables para evitar los peligros que nuevos derrumbamientos pudieran ocasionar al personal de las brigadas que iban a intervenir en los trabajos, se procedió a la enorme tarea de intentar desembarazar una parte de la entrada de la cueva, abriendo un boquete para conseguir la extracción de las posibles víctimas. Los trabajos, muy lentos y penosos debido a la naturaleza de las rocas y a la inestabilidad de los bloques, acuñados entre sí de las formas más variadas imaginables, se llevaron a cabo con la mayor celeridad, consiguiéndose, al fin, a las 14’15 horas del día de hoy, dejar expedita una entrada en la cueva de referencia, y, posteriormente, se ha conseguido extraer tres cadáveres existentes en la misma, a presencia del señor Juez de Instrucción.
4º . Que no habiendo en dicha cueva indicios de la existencia de nuevas víctimas, y dados los peligros a que se expondría el personal que llevaba a cabo los trabajos, como consecuencia de nuevos desprendimientos posibles, así como de los deslizamientos de unas rocas sobre otras, se han suspendido los trabajos por estimar inútil y peligrosa su continuación.
Con el informe detallado de los trabajos realizados, terminamos el relato de aquellos hechos que supusieron una gran tragedia familiar, ocurrida hace ahora 74 años, que conmocionó a la sociedad de Cuenca, con la Navidad tan cercana, y que hemos querido recordar verazmente, por ser un accidente del que gran parte de nosotros hemos oído hablar en algún momento. No olvidemos que debajo de esas rocas que hoy vemos quedó el cadáver de una bebé de mes y medio, Piedad.