Muchos son los misterios que la serranía conquense encierra. Uno de sus enclaves con misterio, es de parada obligatoria: El Ventano del Diablo. Pero ¿por qué tiene ese nombre? ¿para que servía ese mirador? Nuestro colaborador Alberto Rodríguez nos habla de este lugar en su sección "Misterios de Cuenca"
El Ventano del Diablo
A unos doscientos metros de altitud encontramos el lugar: una pequeña cueva de forma irregular con un gran mirador. Un lugar que acoge en sus alturas una vía ferrata de nivel K3 y K4. Su nombre es debido a que, en la antigüedad, en latín antiguo, los superlativos acababan en “o”, por lo que una ventana grande era un “ventano”. Pero ¿por qué del diablo? Hay dos historias o leyendas que han pasado hasta nuestros días que pueden darnos la explicación. La primera, muy simple, nos cuenta cómo ese lugar es el que usaba el mismísimo diablo para realizar sus rituales y aquelarres con algunas brujas. Se cuenta que, durante estas sesiones, el diablo empujaba a quién osaba asomarse desde el gran “ventano”.
La otra leyenda nos habla de un padre y un hijo que acudieron a la zona a cazar. De repente una gran tormenta cayó sobre ellos y para refugiarse acudieron a esta pequeña cueva. Sin embargo, en el trascurso de su llegada, un rayo cayó sobre el cazador, matándolo al instante. El niño corrió a Villalba de la Sierra gritando: “¡A mi padre se lo ha llevado el diablo!”. Además de estas dos pequeñas historias, hay una leyenda más que nos habla de una tragedia…
Tragedia en el Ventano
La leyenda nos habla de una pequeña posada situada en la localidad de Villalba de la Sierra. Esta posada era regentada por un matrimonio con una joven hija. El local era conocido por la zona y a lo largo del día daba muchas comidas a lugareños y visitantes. Una noche llegaron a la posada cuatro hombres. Dos de ellos eran ganaderos, uno conquense y el otro andaluz que venía hacer negocios. Los otros dos eran los jóvenes hijos de los ganaderos. Los cuatro fueron atendidos por la joven hija del dueño de la posada. Entre ella y el hijo del ganadero conquense surgieron las miradas. Durante toda la cena, los jóvenes no dejaron de mirarse y sonreír hasta el final de la cena.
Al cabo de un par de días el joven conquense volvió a la posada. La joven que estaba sola en aquel día, lo vio llegar desde la ventana y salió a recibirlo. Pasaron unas horas juntos, paseando y hablando hasta la partida del muchacho, pues por la zona del Ventano del Diablo tenía pastando su ganado. Antes de irse, los dos jóvenes ya habían apalabrado verse y así fue: quedaron con cierta asiduidad y el lugar de visita elegido fue el Ventano del Diablo. Sin embargo, un día el muchacho acudió más pronto de lo normal y con gran preocupación: le dijo a su amada que sus padres se había enterado de sus visitas y le prohibieron tal relación con ella, pues sus padres tenían pensado casarlo con una amiga de clase alta.
A pesar de todo, el joven decidió quedarse con la posadera y juntos, decidieron formalizar la relación. Cada uno se lo diría a sus respectivos padres y al día siguiente quedarían para contarse lo sucedido. Lo siguiente que se supo es que la muchacha desapareció: salió pronto en la mañana del día siguiente y en la tarde no había regresado. Los padres impacientes comenzaron a preguntar a los vecinos. En ese momento llegó un viajero en un carro que afirmo haber visto a dos jóvenes en el Ventano del Diablo. Los padres de la muchacha acudieron en su búsqueda junto a algunos vecinos. Encontraron las ropas de los jóvenes en rio, bajo el ventano. Tras unos días de búsqueda, dieron por muertos a los jóvenes.
Al cabo de tres años, el gerente de la posada cayó enfermo. Aconteció entonces algo que asombró a toda la comarca: su hija, supuestamente ahogada en el rio, y el joven ganadero, aparecieron a visitarle con una preciosa hija. Después se supo que la joven se había quedado embarazada y como los padres de ambos no aceptaban la relación decidieron fingir su muerte y hacer su propia vida en Sevilla. Gracias a un amigo del ganadero se enteraron de la enfermedad del posadero y este se llevó tal sorpresa que mejoró. Se supo que las dos familias aceptaron la relación de los jóvenes.