El botellón no es una problemática reciente, pero con la pandemia ha provocado que su práctica se multiplique, a pesar de la prohibición expresa de no poder beber alcohol en la vía pública, a lo que hay que añadir varios cambios generacionales en cuanto a la dinámica de la fiesta
El botellón se está convirtiendo en el tema del momento, tanto en telediarios como entre vecinos, es una palabra recurrente. La pandemia y la consecuente limitación en lugares de ocio ha podido contribuir a la proliferación de botellones en todas partes de España, pero, ¿es un problema reciente?
En Cuenca, que somos de tener sinónimos para todo, las chusmas ya eran una práctica habitual entre los jóvenes hace treinta años. En los parques y algunas plazas de la ciudad, los adolescentes y no tan adolescentes se juntaban para beber alcohol en la calle, y generalmente empezaban por la tarde y se alargaba hasta la noche.
El botellón es la opción más económica para beber alcohol, y para los jóvenes, que en la gran mayoría de casos no cuentan con ingresos propios o son reducidos, supone una oportunidad para salir de fiesta y beber alcohol sin gastar demasiado dinero.
En Cuenca, la Plaza de España era el escenario donde la gente bebía antes de la pandemia. Por aquel entonces, el botellón se basaba en lo que su nombre indica: beber. No había música, sino que, tras haber pasado unas horas en la plaza, la gente se desplazaba hasta La Calle para entrar a los pubs.
La prohibición expresa de no poder realizar esta práctica en la capital tras la pandemia, ha provocado diversos cambios en la dinámica de la fiesta conquense, pero lo que no ha provocado es el cese del botellón. El escenario ha cambiado. La Plaza de España es muy visible, pero Cuenca tiene rincones donde esconderse, y lo que pudiera ser un escondite al principio, ahora es sabido por todos.
El Castillo, El Sargal y últimamente, el mercadillo, se están convirtiendo en los lugares donde se practica el botellón. El componente añadido es la música, que al ser lugares donde se puede aparcar el coche y estar más apartados de la zona urbana, incitan a que los cubatas estén acompañados de ella. Una de estas razones puede ser que los horarios y ritmos de la fiesta, han dado un giro de 180º.
En la era pre-covid, primero se hacía botellón sin música, el calentamiento para darlo todo en los pubs posteriormente. Sin embargo, debido a las restricciones horarias por la pandemia y al cerrar los locales de ocio nocturno a las tres de la madrugada, la gente empieza la fiesta en ellos, para tras el cierre, comenzar el botellón, que se alarga hasta el amanecer. Después de haber disfrutado la música, es complicado continuar la fiesta sin ella, por lo que los altavoces de los coches se activan.
Por mucho que los nuevos escenarios del botellón no estén en pleno centro de Cuenca, esta práctica suscita las quejas vecinales por la suciedad y el ruido. Existe presencia policial en estos lugares, pero no es suficiente, ya que continúan los mismo problemas: alcohol, fiesta, música, ruidos, peleas...
Las nuevas generaciones ya no van de chusma, ni saben lo que es; ahora se llama botellón, que viene a ser lo mismo, pero está prohibido. La pandemia ha cambiado los ritmos de casi todo, y los jóvenes que se están iniciando en el mundo de la fiesta solo han vivido el botellón actual. No conocen las chusmas, ni la Plaza de España, ni el ir a los pubs tras haber bebido en la calle. ¿Habrá cambiado la situación para siempre?