El miércoles de ceniza celebramos la festividad conocida como El entierro de la Sardina, que pone fin a las fiestas y el desenfreno del carnaval y abre paso a la solemnidad de la Cuaresma, antes de la llegada de la Semana Santa.
Con la llegada del Carnaval los ánimos se desatan, las calles se cubren de colores y el alboroto arropa todos los rincones de nuestra provincia. Aunque este año no hemos podido celebrar esta divertida fiesta como nos habría gustado, tal día como hoy se pondría fin a la explosión de colores carnavalescos para dar paso a los tonos sepia de la Semana Santa. Y es que, el Entierro de la Sardina conjuga valores de ambas festividades: los disfraces y los desfiles propios del carnaval, y el cortejo y la ceniza de la tradición cristiana de la Semana Santa.
Se trata de una festividad que celebramos, tradicionalmente, tanto en España como en Hispanoamérica. Como si de un entierro real se tratase, el código de vestimenta es el luto riguroso. De esta guisa, los asistentes al entierro acompañan al cortejo fúnebre presidido por la sardina muerta, a la que se le rinden homenajes y ante cuya marcha se llora a lágrima viva, o se finge hacerlo. Así, se realiza una parodia del sepelio de la figura de una sardina, situada sobre un ataúd o un lecho elevado, que se pasea por las calles de la población hasta ser quemada y enterrada bajo una capa de ceniza.
Esta es una tradición que tiene como propósito dejar un poso alegórico en nosotros: así, la sardina representa nuestro pasado, que quemamos y enterramos, para dar paso a una nueva fase que nada tiene que ver con la anterior. Esto no es baladí, y es que, con el entierro de la sardina se busca purificar mediante el fuego los excesos del pasado- representados por el Carnaval- para dar paso a la responsabilidad y la seriedad que resurgen de las cenizas y desembocan en la Cuaresma y la Semana Santa. No podemos olvidar que se trata de una festividad que bebe directamente de la tradición cristiana, por lo que los simbolismos relacionados con la castidad, la pureza y la redención de los pecados es constante.
Orígenes de la tradición
Si buscamos en la historia los precedentes de esta celebración encontraremos diversas referencias a las que el Entierro de la Sardina puede aludir. El fuego como elemento purificador, la ceniza utilizada en diferentes culturas y rituales -religiosos o no- y el entierro ceremonial de muchas culturas. Sin embargo, existen dos versiones acerca del origen de la tradición tal y como la conocemos hoy en día. La primera alude directamente a la corte española. Así, los historiadores cuentan como Carlos III ordenó en el siglo XVIII, y en el día del miércoles de ceniza, el entierro de todas las sardinas del mercado, ya que había llegado una partida defectuosa en la que todas venían podridas. Otras fuentes señalan también al monarca, pero relacionan el origen en una merienda campestre en la que la comida llevada por los asistentes, en este caso sardinas, se puso en mal estado debido a las altas temperaturas y se ordenó su entierro para tapar el hedor.
Otras voces aluden a que el origen de esta costumbre estaría directamente relacionada con la tradición cristiana y la celebración del comienzo de la Cuaresma. Concretamente, en el siglo XVIII, el día del Miércoles de Ceniza los cortesanos de la villa de Madrid se reunían en el campo para merendar y disfrutar del día al aire libre. Ese día se enterraba un cerdo abierto en canal, conocido como cerdina. Según algunos relatos, esta tradición se fue extendiendo por la geografía española y, al pasar de boca en boca, por error, la cerdina fue convirtiéndose en sardina, por lo que la tradición cambió en ese aspecto. Pero, ¿por qué enterraban la cerdina? Esto está relacionado directamente con la ocultación de la carne debido al comienzo de la época de la Cuaresma, semanas en las que estaba prohibido comer carne, y que daba inicio al periodo de ayuno previo a la Semana Santa.
El Entierro de la Sardina en la Provincia de Cuenca
Tradicionalmente, en la provincia de Cuenca, acogemos esta festividad con gran regocijo. Los más pequeños se disfrazan y entierran a doña Sardina en el patio de sus colegios y los mayores disfrutan del evento con grandes sardinadas. Aunque este año no hayamos podido vivir estas fiestas como veníamos haciendo años atrás, lo cierto es que no podemos desaprovechar la oportunidad de recordar los años en los que sí hemos podido hacerlo. En la manchega Mota del Cuervo, el entierro de doña Sardina no da por finalizados los carnavales, sino que los moteños celebran grandes sardinadas y, al menos durante una semana más, siguen disfrutando de los desfiles y las comidas propias de estas fechas, tal y como hicieron el año pasado, antes del confinamiento. En Vara de Rey también saben como celebrar un buen carnaval por todo lo alto. Cada año, niños y mayores disfrutan elaborando sus disfraces para poder ser los más originales de los desfiles y atraer los admirados elogios de sus convecinos. En el día del Entierro de la Sardina parodian el cortejo fúnebre del fallecido pescado y culminan la jornada con la quema de esta figura en una hoguera multitudinaria, enterrando así el pasado y dando paso a una sociedad nueva y reformada.
Pero no solo en la Mancha saben disfrutar de buenos carnavales y Tarancón es buena prueba de ello. El 26 de febrero, fecha en la que el año pasado cayó el miércoles de ceniza y, por tanto, el Entierro de la Sardina, los taranconeros disfrutaron del tradicional funeral de la sardina. Algunos ataviados de graciosos disfraces, otros de luto, acompañaron a la sardina por las calles de la ciudad hasta la Plaza de la Constitución, donde el pescado pasó a descansar para siempre. Como suele decirse, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, así que todos los años los taranconeros dejan a merced del descanso eterno a la sardina y disfrutan del día bebiendo vino y comiendo, por supuesto, sardinas. Al igual que en Mota del Cuervo, en Tarancón la muerte y el entierro de la sardina no dan paso directamente a la solemne Cuaresma, sino que es entonces cuando llega la culminación de las fiestas del Carnaval, la celebración de la fiesta yé-yé, que atrae a gente de toda la provincia, y de fuera de ella.
Aunque este año no hayamos podido disfrutar del carnaval, ni vayamos a poder hacerlo con la Semana Santa, tal y como hemos hecho años anteriores, tenemos la esperanza de poder hacerlo la próxima primavera gracias a la vacunación y a nuestra responsabilidad individual.